viernes, 14 de noviembre de 2014

Orillas del Río



    ¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía! 
¡Castilla, tus decrépitas ciudades! 
¡La agria melancolía 
que puebla tus sombrías soledades! 
    ¡Castilla varonil, adusta tierra, 
Castilla del desdén contra la suerte, 
Castilla del dolor y de la guerra, 
tierra inmortal, Castilla de la muerte! 
    Era una tarde, cuando el campo huía 
del sol, y en el asombro del planeta, 
como un globo morado aparecía 
la hermosa luna, amada del poeta. 
    En el cárdeno cielo vïoleta 
alguna clara estrella fulguraba. 
El aire ensombrecido 
oreaba mis sienes, y acercaba 
el murmullo del agua hasta mi oído. 
    Entre cerros de plomo y de ceniza 
manchados de roídos encinares, 
y entre calvas roquedas de caliza, 
iba a embestir los ocho tajamares 
del puente el padre río, 
que surca de Castilla el yermo frío. 




    ¡Oh Duero, tu agua corre 
y correrá mientras las nieves blancas 
de enero el sol de mayo 
haga fluir por hoces y barrancas, 
mientras tengan las sierras su turbante 
de nieve y de tormenta. 
y brille el olifante 
del sol, tras de la nube cenicienta!... 
    ¿Y el viejo romancero 
fue el sueño de un juglar junto a tu orilla? 
¿Acaso como tú y por siempre, Duero, 
irá corriendo hacia la mar Castilla?
Antonio Machado.






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